El libro de Apocalipsis es un libro escatológico y profético probablemente escrito por el discípulo Juan.
Jesucristo al referirse a si mismo, en el libro de Apocalipsis, hace la siguiente afirmación “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin” Apocalipsis 1:8.
Cristo personifica la eternidad, recordemos que la eternidad es la posesión simultánea de todo el tiempo, pasado, presente y futuro. Es de esta afirmación que Cristo es increado y coexistente con el Padre y el Espíritu Santo (Santísima Trinidad). Dios existe, en un sentido teológico, fuera de toda noción de tiempo, solo podemos aplicar conceptos de tiempo a las criaturas finitas y creadas.
Hay en los evangelios otras afirmaciones similares: "Yo soy la puerta" Juan 10:9, en referencia a la sabiduría; "Yo soy la luz", Juan 12:46, en referencia a la verdad; "Yo soy el pan de vida", Juan 6:34, en referencia al alimento espiritual.
Dios es el origen de las perfecciones que observamos en la creación y es le deseo de Dios irradiar sus perfecciones a las criaturas. Los dones son perfecciones. Jesús personifica las perfecciones de Dios, sus "regalos" y "atributos divinos".
Jesús se define así mismo luego como "hijo de hombre": Mateo 8:20, Mateo 20-.28, Hechos 7:56, Juan 12-.34. El concepto de "hijo del hombre", lo observamos en el libro de Daniel (antiguo testamento), como Jesús, el también es "hijo de hombre".
Entonces podemos afirmar que el reino de Dios es un ida y vuelta, es decir tiene un doble sentido, el hombre se hace “hijo de Dios” es decir el hombre busca y vive los dones de Dios, es decir las bienaventuranzas de Mateo y Lucas. Y por el otro “Dios se hace hijo del hombre” es decir los dones, las perfecciones de Dios se personifican en Cristo. La afirmación del evangelio de Cristo como "hijo de hombre" sintetiza la idea de la divinidad de Jesús y cierra las enseñanzas del sermón de la montaña, Jesús personifica en si las bienaventuranzas, el es el "bienaventurado" por excelencia.